17 de septiembre de 2020 — El impacto del cambio climático en el planeta es una realidad que nos amenaza a diario. Sin embargo, es un tema que las personas prefieren evitar porque genera temor, porque está fuera de su control, o porque es difícil de entender. Dado que la mayoría de los efectos del cambio climático son eventos lentos y casi imperceptibles, no suelen ser noticia, y siguen siendo preocupaciones reservadas para ambientalistas o para la comunidad científica. Además, hay líderes mundiales que prefieren negar o ignorar el cambio climático porque de lo contrario tendrían que tomar medidas impopulares y costosas. Sin embargo, con frecuencia ocurren eventos súbitos, relacionados con el cambio climático, que son verdaderas señales de alerta.
En las últimas semanas, decenas de incendios forestales en la costa pacífica de Estados Unidos continúan arrasando viviendas y dejando personas fallecidas. El domingo 13 de septiembre, el Centro Nacional Interagencial de Incendios informaba sobre incendios en toda la zona Oeste del país. El color naranja del cielo en muchas ciudades de la costa Oeste evidencia que no estamos frente a una temporada de incendios como las demás, sino que enfrentamos una amenaza climática relacionada con las sequías y las altas temperaturas. La preocupación mayor radica en que, frente a las tragedias, la respuesta de las personas afectadas y de las autoridades es la reconstrucción, la cual suele ser posible por los programas de asistencia federal y los seguros de las viviendas. El problema es que se sigue construyendo en zonas secas en las que la ocurrencia de nuevos incendios en los próximos años es muy probable. Vivimos en un circuito repetitivo de incendios, porque las autoridades prefieren permitir la reconstrucción, en lugar de afrontar la situación y tomar acciones difíciles, complejas y costosas, como la relocalización.
Pero, este no es el único caso reciente, recordemos los incendios en Australia a comienzos del año, o el huracán Sally, que llegó a Estados Unidos esta semana con lluvias torrenciales. Otras situaciones que generan preocupación en zonas costeras, están relacionadas con el aumento del nivel del mar y cambios en las mareas. Igualmente, en el Atlántico se empiezan a observar cambios en la intensidad de las tormentas tropicales y huracanes, al igual que en Asia ocurre con los tifones. En Centroamérica, el cambio climático golpea con inundaciones y deslizamientos de tierras, pero el mayor impacto lo generan las sequías en el Corredor Seco, que aumentan la pobreza y generan desplazamiento interno forzado y migración forzada. La crisis de seguridad alimentaria por el cambio climático es una realidad en Centroamérica.
Frente a esta situación es necesario reconocer el cambio climático y desarrollar políticas públicas dirigidas a modificar la actividad humana e industrial que contribuye al calentamiento global. Todas las personas podemos hacer algo. La acción internacional concertada, como el Acuerdo de París, las Negociaciones sobre el Clima de Naciones Unidas conocidas como COP 25 y el Pacto Mundial sobre Migración son los primeros pasos, aunque falta voluntad y compromiso político mundial. Además, es necesario que los países revisen sus políticas nacionales, para regular y limitar la emisión de gases de efecto invernadero y responder al impacto del cambio climático dentro de su territorio, ofreciendo opciones para la relocalización de la población que se ve obligada a desplazarse. Además se hace necesario reconocer que el cambio climático obliga a las personas a abandonar su país y buscar protección en el territorio de otro Estado. Hay iniciativas legislativas en el Congreso estadounidense al respecto que deben considerarse. Los presupuestos nacionales deben reflejar el desequilibrio ecológico y considerar que el desplazamiento interno forzado y la migración internacional como resultado del cambio climático son necesidades que debemos atender ahora. El cambio climático y la migración forzada son una realidad, no se trata de predicciones, sino de una emergencia que no podemos seguir negando y a la cual debemos responder. Es necesario incluir las acciones de mitigación de impacto y de relocalización de la población dentro de las prioridades en materia de política pública y acción internacional.